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martes, 17 de julio de 2012
"Le Grigori et les vigiles", de Lucas Olmedo.
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viernes, 20 de mayo de 2011
Critica a Parásitos: EN ESCENA HOY
Parásitos, de Marius Von Mayenburg
Dirección: Lucas Olmedo
Gente que no
Según el diccionario, parásito es aquel organismo animal o vegetal que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él sin llegar a matarlo. Nunca mejor puesto el título de una obra. Una embarazada desquiciada y suicida no deja de hacer reclamos a su marido; un inválido resentido y malhumorado toma a su esposa como una sirvienta a tiempo completo. Parásitos que absorben la energía de quienes lo rodean dejándolos practicamente secos, con la vitalidad suficiente para seguir soportándolos. Pero la obra no se queda en esa visión parcial sino que también nos muestra que el organismo parasitado también necesita de esa situación y, neuróticamente, ayuda a mantenerla.
Parásitos es una propuesta muy cruel, sesgada por un humor corrosivo como un ácido que se arroja a la cara de la persona que teóricamente amamos. La obra nos muestra que no es necesario quererse (ni siquiera a uno mismo) para estar con alguien; basta que sea funcional a nuestra retorcida visión de la convivencia. De esta manera podemos escuchar como la esposa amenaza a su marido inválido con pincharle las gomas de la silla de ruedas o a un marido pidiéndole a su mujer (quien va a tirarse por la ventana) que aproveche que baja para sacar la basura.
Una obra que si no estuviera trabajada en tono de comedia negra sería un cañonazo en el alma porque las situaciones llegan a una crueldad extrema que nos muestra lo nefasta que puede ser una relación. Con buenas actuaciones, donde se destacan los papeles femenínos, la obra es una muy buena propuesta para que la disfruten aquellos que gozan del humor más negro y son capaces de reirse de la parte más oscura del ser humano.
Martín Fernández Tojo
Crítica a Parásitos por Nepo Sandkuhl
PARÁSITOS
Hasta donde llega la necesidad de la existencia del “Otro”
Esta podría haber sido una obra de vampiros en una zona costera. Y nadie afirma que no lo sea del todo. Un parásito es aquel organismo vivo que se nutre a expensas de otro ser vivo de distinta especie al que se suele llamar huésped. El huésped, generalmente, en relaciones patógenas, no tiene beneficio alguno de aquel estrecho vínculo, aunque existen, ocasionalmente, relaciones de mutualismo, dónde el beneficio es para ambos, o relaciones de comensalismo dónde el huésped no sufre daño alguno. Aquí, al parecer, estamos ante relaciones evidentemente patógenas. De todas formas, todo se nos presenta con tanta ambigüedad…que es difícil separar la paja del trigo.
“Parásitos” de Marius von Mayenburg es la nueva puesta en escena de Lucas Olmedo. Más allá del planteamiento de von Mayenburg, Olmedo revaloriza en escena el no defnifir quien necesita a quien, es decir, que dificulta la identidad del parásito, optando por volver a todos los personajes un ser dependiente del otro y transformarse a su vez el parásito del otro.
“Parásitos” es un juego, donde los personajes disputan contra ellos mismos en la soledad; lucha por un “otro” que les cuide y los haga ser lo que son; el problema, y ahí está muy bien jugado por todo el grupo de trabajo, que la puesta en escena no pone en evidencia quien es el parásito de quien; no hay una marca determinada de la necesidad del otro. Todos se necesitan porque así lo decidieron.
No sólo los actores: Pablo Roselli Mirci, Salomé Boustani, Pablo Chao, Alfredo Zenobiy Guadalupe Rodríguez Catón, también todo el equipo de trabajo llegan a crear climas, mucho sentidos y pulsiones para el espectador en los silencios, tensiones y oposición en la escena.
Mostrando ámbitos pesados, oscuros y fríos, “Parásitos” se desenvuelve en la producción de la narración oral, con ninguna intensión de agravar los hechos; el choque, la fricción y la tensión se producen en los encuentros de los personajes con la situación, con el silencio –que de hecho es una consecuencia-, con el otro.
Crítica a PARASITOS en: Crítica Teatral
PARÁSITOS
De varios tipos de invalidez


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Obra de Marius Von Mayenburg
con dirección de Lucas Olmedo
La culpa, la dependencia, la auto-conmiseración, la no concreción de sueños, operan como otro tipo de taras que hacen que los seres que la padecen deambulen en la vida sin rumbo fijo y sin metas, rogando, ya sea amorosa o violentamente, que el otro le brinde una poco de afecto, para así sentir que son algo en el mundo.
El texto de Von Mayenburg apela a la simultaneidad para dar una idea totalizadora de esas vidas. Un humor negrísimo y cruel, una descarnada exposición de los personajes (la mirada del autor no es nada para compasiva para con ellos), junto a la creación de situaciones del vivir llevadas a estados de permanente tensión, hacen de Parásitos un hecho escénico de climas muy particulares.
El director Lucas Olmedo profundiza la idea de invalidez creando una atmósfera de extrañamiento, fruto de una ajustada ilimitación de espacios (dentro de una escenografía de buscada precariedad, en una concordancia absoluta con el estado de los personajes) y a un registro de actuación en donde los actores llevan al máximo la exposición de sus taras (tanto físicas como espirituales, o ambas a la vez). La pieza alterna, en forma estupenda, tiempo de espesa morosidad con fulminantes temblores, reforzando ese estado de extrañeza.
También tiene mucho que ver con esos climas el buen diseño de iluminación de Juan Andrés Piazza, ya que trabaja un registro cercano a la opacidad. Una desgastada cotidianeidad es el sello del vestuario diseñado por Guadalupe Rodríguez Catón.
Todos los componentes de elenco logran muy buenos trabajos otorgándole cada personaje una singular carnadura, que al interrelacionarse con los otros posibilita crear intensidades conmovedoras.
Parásitos, es doloroso decirlo, muestra a un estadio de la sociedad cada vez con más crecimiento, ya que las redes humanas son cada vez más frágiles.
Gabriel Peralta
Crítica a RESACA en la revista: VuenosAirez
Resaca
La acción absurda con la dinámica de una muñeca mamushka.
Como esas simpáticas muñecas que están hechas del corazón de la siguiente, las historias en esta obra se encadenan multiplicándose.
Con sus referencias eslavas nos sorprenden con una arriesgada puesta y desde el desvió constante del relato.
Una idea absurda planteada con verosimilitud, a veces, es mas creíble que lo que se pretende contar desde lo realista, así las escenas de Resaca son increíbles pero sostenidas. La simple idea del “porque si”, de una convención fluye sosteniendo todo un relato. Ajustadas actuaciones y la buena calidad de las interpretaciones hacen que el espectáculo sea atractivo y sorpresivo.
Así podemos ver a estos desopilantes personajes, alienándose bajo diferentes tópicos formando significados.
La dramaturgia en acción, mezcla los lenguajes bizarros y épicos sin dejar de lado lo folklórico y foráneo.
Así como esas muñecas rusas que se van abriendo para darnos otra sorpresa mas pequeña pero a su vez mucho mas lograda, de esta manera Resaca nos va invitando a trasportarnos en un espacio muy reducido hacia diversos universos posibles. Una puesta en escena muy interesante, donde se pueden entrever tiempos y espacios, así como géneros y dinámicas diferentes, que disparan una obra excelente y muy atractiva.
Una apuesta inteligente de Lucas Olmedo.

Crítica a GORE en la revista: DON MARLON
En ocasiones que la critica ponda en sobreaviso al espectador puede ser atinado. Es decir que le anuncie que una puesta está montada sobre los "códigos de" y por ende, debe considerar tal, tal y tal cuestiones. El planteo propone todo un debate:
Con ese material previo ¿El espectador disfruta más o menos? El GORE (Término que remite a un subgénero cinematográfico de auge en los 50), podría ser uno de esos casos en que el periodista se debate entre ser excesivamente servicial o dejar al público en manos de la sorpresa (o según su permeabilidad, a expensas de la indigación).
Trataremos de dar con un punto medio.
Hay dos méritos que permiten sugerir a GORE como un espectáculo a considerar.
Uno remite al ingenioso texto de Javier Daulte, tramado desde la imposibilidad de comunicarse, si bien los interlocutores hablan el mismo idioma aún cuando las respuestas son "lógicas" a las preguntas (distanciándose, de este modo, de un diálogo absurdo). Se establece así una barrera entre los personajes que deriva en un humor molesto, si se quiere intelectual, y disfrutable. Que lleva a su vez a digresiones, acciones arbitrarias y escenas deliberadamente reiterativas. El otro tiene que ver con la puesta de Lucas Olmedo, que sugiera una atmósfera enrarecida, donde la miseria de hoy es atravesada por la tecnología intergaláctica de ayer. Lo uno y lo otro ¿al servicio de que? De una historia infima, intrascendente, en la que importan los momentos por sobre el todo, y los cierres de escenas por sobre el cierre del relato general.
Las actuaciones se contaminan unas a otras y eso acentúa el aspecto extraño de lo que se ve. Planteados en bandos, los personajes se dividen entre paródicos y naturalistas y, gracias a aquella incomunicación señalada, se degradan en su pureza.
Hay un desfasaje entre el pensar, decir y hacer que lo embrolla todo.
Laura Volpe y Juan Manuel Chifani le sacan provecho a su pareja de intrusos en la tierra. Imponen presencia, ironía y bisarrez y aportan uno de los momentos más atractivos cuando se comunican por "radio" con sus pares. El resto acompaña bien, sobre todo Alejandro Manzano, que capitaliza con habilidad su disparatada conversión lenguística al italiano.
El dispositivo escénico refuerza la idea de una dimensión destartalada e insegura.
Bah, muy argentina, aunque lejos estemos de que algún extraterrestre se interese por succionarnos.
(Revista "Don Marlon, escenarios y otros placeres")

Crítica de Fausto Alfonso en el FESTIVAL INTERNACIONAL "AL PIE DEL ACONCAGUA"
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Teatro - Critica |
Miércoles, 30 de Septiembre de 2009 21:30 |
Cuando al ingresar a la sala nos recibe la banda sonora -música y diálogos- de La Mépris (El desprecio), de Jean-Luc Godard, ya se insinúa cierto aroma a fatalidad. Que la construcción de madera que comparten los ciegos Sosa (Alfredo Zenobi) y Romero (Guillermo Troncoso) se encarga de reforzar desde su aspecto de irreversible decadencia. El dúo pretende reabrir un club para ciegos, con imprecisos servicios varios. En una panfleteada pica Ibáñez (Darío Martínez), ciego novato que busca, más que nada, refugio, comprensión y algo de aliento ante la vida que le espera. Pero encuentra casi todo lo contrario. Fausto J. Alfonso Ficha: |