martes, 17 de julio de 2012

"Le Grigori et les vigiles", de Lucas Olmedo.


 Critique de théâtre : faire vivre la langue française



Chaque langue a son génie, et la langue forme les représentations d'un peuple.
Dans la pièce de Lucas Olmedo, "le Grigori et les vigiles", nous sommes pris dans le génie et la folie de la langue de l'Argentine, quiconque n'a pas fréquenté des argentins ne peut qu'être outré.
Crime de lèse majesté envers le génie de la France! "Le Grigori et les vigiles" n'a rien du génie français, qui depuis Richelieu, est corseté dans une langue de salon. Dès lors que l'on s'écarte de ce génie-là et ose revenir à la truculence et au délire de Rabelais, alors on saisit que la pièce de Lucas Olmedo interroge la postmodernité et le chaos du monde des intégrismes de tous bords dans un registre bouillonnant, nous rappelant que les colonisations qu'elles soient militaires, économiques ou linguistiques produisent des désastres et conduisent à la perte de l'humanité.
Si le sujet est sérieux, la mise en scène et le jeu des acteurs nous entraine dans l'imaginaire d'une colonie mennonite au fin fond de la Pampa. Lieu étrange direz-vous pour traiter de l'intégrisme, mais ce décalage par rapport au prêt à penser sur l'intégrisme médiatique, sur les représentations de thèmes aussi centraux que la religion, l'identité nationale, les superstitions et la survie dans un monde hostile, sont traités avec démesure, dérision et humour.
Les argentins ont coutume de dire que "les mexicains descendent des aztèques, les péruviens des incas et les argentins du bateau". C'est à dire qu'ils ont fui toutes sortes d'enrôlements ou de pogroms en Russie, en Arménie, en Italie, aux États Unis. Si on prend cette boutade une seconde au sérieux, alors on comprend que la pièce "le Grigori et les vigiles" est nourri de ce terreau, de ce mélange de cultures, de langues, d'accents, d'ouverture et de résistance.
On rit beaucoup car les personnages ont la facture de la farce et du burlesque sur fond tragique. Le tragique c'est toujours l'isolement humain et les exclusions, la farce et le burlesque c'est la figure du Sauveur. L'ange blessé que la communauté mennonite accueille n'est pas forcément un modèle d'angélisme, il est blessé, peut-être déchu, le spectateur reste ambivalent face à ce personnage incroyable à la fois lumineux et inquiétant qui finalement n'est pas un mauvais bougre.
Le génie français s'est construit dans une langue et une tradition qui refuse toute racine populaire, a débarrassé de ses impuretés et de la saveur populaire, la langue et la pensée, si bien qu'aujourd'hui"hui perdure un élitisme qui exclut de la cité les autres cultures, avec les conséquences qu'on sait. Il est donc heureux d'avoir dans le jeune théâtre de création, des artistes, metteurs en scène et comédiens de toutes nationalités qui viennent revivifier la langue et la culture en France, par des verbes et non par des noms, par de l'action et non par de l'abstraction. C'est une gageure mais c'est aussi l'occasion pour la culture française de sortir d'une norme qui empêche de respirer le peuple, à force de traiter la langue et la culture comme des objets de vénération.
Comme dans la pièce "le Grigori et les vigiles", il y a toujours plusieurs génies dans la pensée, il ne faut simplement pas se tromper de camp!
Vive ce théâtre de création, iconoclaste, déjanté et truculent.

viernes, 20 de mayo de 2011

Critica a Parásitos: EN ESCENA HOY

Parásitos, de Marius Von Mayenburg

Dirección: Lucas Olmedo

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Gente que no

Según el diccionario, parásito es aquel organismo animal o vegetal que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él sin llegar a matarlo. Nunca mejor puesto el título de una obra. Una embarazada desquiciada y suicida no deja de hacer reclamos a su marido; un inválido resentido y malhumorado toma a su esposa como una sirvienta a tiempo completo. Parásitos que absorben la energía de quienes lo rodean dejándolos practicamente secos, con la vitalidad suficiente para seguir soportándolos. Pero la obra no se queda en esa visión parcial sino que también nos muestra que el organismo parasitado también necesita de esa situación y, neuróticamente, ayuda a mantenerla.

Parásitos es una propuesta muy cruel, sesgada por un humor corrosivo como un ácido que se arroja a la cara de la persona que teóricamente amamos. La obra nos muestra que no es necesario quererse (ni siquiera a uno mismo) para estar con alguien; basta que sea funcional a nuestra retorcida visión de la convivencia. De esta manera podemos escuchar como la esposa amenaza a su marido inválido con pincharle las gomas de la silla de ruedas o a un marido pidiéndole a su mujer (quien va a tirarse por la ventana) que aproveche que baja para sacar la basura.

Una obra que si no estuviera trabajada en tono de comedia negra sería un cañonazo en el alma porque las situaciones llegan a una crueldad extrema que nos muestra lo nefasta que puede ser una relación. Con buenas actuaciones, donde se destacan los papeles femenínos, la obra es una muy buena propuesta para que la disfruten aquellos que gozan del humor más negro y son capaces de reirse de la parte más oscura del ser humano.

Martín Fernández Tojo

Crítica a Parásitos por Nepo Sandkuhl


PARÁSITOS

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Hasta donde llega la necesidad de la existencia del “Otro”


Esta podría haber sido una obra de vampiros en una zona costera. Y nadie afirma que no lo sea del todo. Un parásito es aquel organismo vivo que se nutre a expensas de otro ser vivo de distinta especie al que se suele llamar huésped. El huésped, generalmente, en relaciones patógenas, no tiene beneficio alguno de aquel estrecho vínculo, aunque existen, ocasionalmente, relaciones de mutualismo, dónde el beneficio es para ambos, o relaciones de comensalismo dónde el huésped no sufre daño alguno. Aquí, al parecer, estamos ante relaciones evidentemente patógenas. De todas formas, todo se nos presenta con tanta ambigüedad…que es difícil separar la paja del trigo.


“Parásitos” de Marius von Mayenburg es la nueva puesta en escena de Lucas Olmedo. Más allá del planteamiento de von Mayenburg, Olmedo revaloriza en escena el no defnifir quien necesita a quien, es decir, que dificulta la identidad del parásito, optando por volver a todos los personajes un ser dependiente del otro y transformarse a su vez el parásito del otro.


“Parásitos” es un juego, donde los personajes disputan contra ellos mismos en la soledad; lucha por un “otro” que les cuide y los haga ser lo que son; el problema, y ahí está muy bien jugado por todo el grupo de trabajo, que la puesta en escena no pone en evidencia quien es el parásito de quien; no hay una marca determinada de la necesidad del otro. Todos se necesitan porque así lo decidieron.


No sólo los actores: Pablo Roselli Mirci, Salomé Boustani, Pablo Chao, Alfredo Zenobiy Guadalupe Rodríguez Catón, también todo el equipo de trabajo llegan a crear climas, mucho sentidos y pulsiones para el espectador en los silencios, tensiones y oposición en la escena.


Mostrando ámbitos pesados, oscuros y fríos, “Parásitos” se desenvuelve en la producción de la narración oral, con ninguna intensión de agravar los hechos; el choque, la fricción y la tensión se producen en los encuentros de los personajes con la situación, con el silencio –que de hecho es una consecuencia-, con el otro.


Crítica a PARASITOS en: Crítica Teatral


PARÁSITOS

De varios tipos de invalidez



Obra de Marius Von Mayenburg
con dirección de Lucas Olmedo


El dramaturgo Marius Von Mayenburg no solo hace hincapié en la invalidez física en su obra Parásitos, sino que también expone, descarnadamente, muchas otras, que no se ven en el cuerpo, pero que indudablemente impiden el transitar por la vida.
La culpa, la dependencia, la auto-conmiseración, la no concreción de sueños, operan como otro tipo de taras que hacen que los seres que la padecen deambulen en la vida sin rumbo fijo y sin metas, rogando, ya sea amorosa o violentamente, que el otro le brinde una poco de afecto, para así sentir que son algo en el mundo.

El texto de Von Mayenburg apela a la simultaneidad para dar una idea totalizadora de esas vidas. Un humor negrísimo y cruel, una descarnada exposición de los personajes (la mirada del autor no es nada para compasiva para con ellos), junto a la creación de situaciones del vivir llevadas a estados de permanente tensión, hacen de Parásitos un hecho escénico de climas muy particulares.

El director Lucas Olmedo profundiza la idea de invalidez creando una atmósfera de extrañamiento, fruto de una ajustada ilimitación de espacios (dentro de una escenografía de buscada precariedad, en una concordancia absoluta con el estado de los personajes) y a un registro de actuación en donde los actores llevan al máximo la exposición de sus taras (tanto físicas como espirituales, o ambas a la vez). La pieza alterna, en forma estupenda, tiempo de espesa morosidad con fulminantes temblores, reforzando ese estado de extrañeza.
También tiene mucho que ver con esos climas el buen diseño de iluminación de Juan Andrés Piazza, ya que trabaja un registro cercano a la opacidad. Una desgastada cotidianeidad es el sello del vestuario diseñado por Guadalupe Rodríguez Catón.
Todos los componentes de elenco logran muy buenos trabajos otorgándole cada personaje una singular carnadura, que al interrelacionarse con los otros posibilita crear intensidades conmovedoras.
Parásitos, es doloroso decirlo, muestra a un estadio de la sociedad cada vez con más crecimiento, ya que las redes humanas son cada vez más frágiles.

Gabriel Peralta

Crítica a RESACA en la revista: VuenosAirez

Resaca



La acción absurda con la dinámica de una muñeca mamushka.


Como esas simpáticas muñecas que están hechas del corazón de la siguiente, las historias en esta obra se encadenan multiplicándose.
Con sus referencias eslavas nos sorprenden con una arriesgada puesta y desde el desvió constante del relato.
Una idea absurda planteada con verosimilitud, a veces, es mas creíble que lo que se pretende contar desde lo realista, así las escenas de Resaca son increíbles pero sostenidas. La simple idea del “porque si”, de una convención fluye sosteniendo todo un relato. Ajustadas actuaciones y la buena calidad de las interpretaciones hacen que el espectáculo sea atractivo y sorpresivo.
Así podemos ver a estos desopilantes personajes, alienándose bajo diferentes tópicos formando significados.
La dramaturgia en acción, mezcla los lenguajes bizarros y épicos sin dejar de lado lo folklórico y foráneo.
Así como esas muñecas rusas que se van abriendo para darnos otra sorpresa mas pequeña pero a su vez mucho mas lograda, de esta manera Resaca nos va invitando a trasportarnos en un espacio muy reducido hacia diversos universos posibles. Una puesta en escena muy interesante, donde se pueden entrever tiempos y espacios, así como géneros y dinámicas diferentes, que disparan una obra excelente y muy atractiva.
Una apuesta inteligente de Lucas Olmedo.

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Crítica a GORE en la revista: DON MARLON

DISPARATE, ENTRE LÚCIDO Y BIZARRO

En ocasiones que la critica ponda en sobreaviso al espectador puede ser atinado. Es decir que le anuncie que una puesta está montada sobre los "códigos de" y por ende, debe considerar tal, tal y tal cuestiones. El planteo propone todo un debate:
Con ese material previo ¿El espectador disfruta más o menos? El GORE (Término que remite a un subgénero cinematográfico de auge en los 50), podría ser uno de esos casos en que el periodista se debate entre ser excesivamente servicial o dejar al público en manos de la sorpresa (o según su permeabilidad, a expensas de la indigación).
Trataremos de dar con un punto medio.
Hay dos méritos que permiten sugerir a GORE como un espectáculo a considerar.
Uno remite al ingenioso texto de Javier Daulte, tramado desde la imposibilidad de comunicarse, si bien los interlocutores hablan el mismo idioma aún cuando las respuestas son "lógicas" a las preguntas (distanciándose, de este modo, de un diálogo absurdo). Se establece así una barrera entre los personajes que deriva en un humor molesto, si se quiere intelectual, y disfrutable. Que lleva a su vez a digresiones, acciones arbitrarias y escenas deliberadamente reiterativas. El otro tiene que ver con la puesta de Lucas Olmedo, que sugiera una atmósfera enrarecida, donde la miseria de hoy es atravesada por la tecnología intergaláctica de ayer. Lo uno y lo otro ¿al servicio de que? De una historia infima, intrascendente, en la que importan los momentos por sobre el todo, y los cierres de escenas por sobre el cierre del relato general.
Las actuaciones se contaminan unas a otras y eso acentúa el aspecto extraño de lo que se ve. Planteados en bandos, los personajes se dividen entre paródicos y naturalistas y, gracias a aquella incomunicación señalada, se degradan en su pureza.
Hay un desfasaje entre el pensar, decir y hacer que lo embrolla todo.
Laura Volpe y Juan Manuel Chifani le sacan provecho a su pareja de intrusos en la tierra. Imponen presencia, ironía y bisarrez y aportan uno de los momentos más atractivos cuando se comunican por "radio" con sus pares. El resto acompaña bien, sobre todo Alejandro Manzano, que capitaliza con habilidad su disparatada conversión lenguística al italiano.
El dispositivo escénico refuerza la idea de una dimensión destartalada e insegura.
Bah, muy argentina, aunque lejos estemos de que algún extraterrestre se interese por succionarnos.
/F.J.A
(Revista "Don Marlon, escenarios y otros placeres")




Crítica de Fausto Alfonso en el FESTIVAL INTERNACIONAL "AL PIE DEL ACONCAGUA"

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Teatro - Critica
Miércoles, 30 de Septiembre de 2009 21:30

la-bohemiaSin caer en asociaciones fáciles, La bohemia habla de la soledad y el naufragio personal a partir de una fábula: la de tres tristes ciegos que pretenden reinventarse desde la sordidez de un club.

Cuando al ingresar a la sala nos recibe la banda sonora -música y diálogos- de La Mépris (El desprecio), de Jean-Luc Godard, ya se insinúa cierto aroma a fatalidad. Que la construcción de madera que comparten los ciegos Sosa (Alfredo Zenobi) y Romero (Guillermo Troncoso) se encarga de reforzar desde su aspecto de irreversible decadencia.

El dúo pretende reabrir un club para ciegos, con imprecisos servicios varios. En una panfleteada pica Ibáñez (Darío Martínez), ciego novato que busca, más que nada, refugio, comprensión y algo de aliento ante la vida que le espera. Pero encuentra casi todo lo contrario.
La bohemia, de Sergio Boris, es una inquietante historia, encantadora y repelente al mismo tiempo. Dueña de un sarcasmo y una oscuridad que el director Lucas Olmedo ha trasladado con timming, aprovechándose de tres buenos actores y sacándole partido al equívoco espacial, al repertorio del tacto y, paradójicamente, al juego de miradas que se suscita a sabiendas de que el otro no ve. En tal sentido, Troncoso obsequia otro de sus ya habituales festivales de recursos, muy bien seguido por Zenobi y Martínez.
En penumbras de comienzo al fin, La bohemia sin embargo ilumina muchas zonas: el tiempo perdido, el corazón partido, la impotencia, los proyectos inconclusos, los celos y hasta la perversión como último salvavidas. Pareciera demasiado. Pero en la cuerda melodramática escogida por Olmedo todo se anuda bien, regido por una mezcla de pasión y de impotencia. Los minutos finales confirman este tenor y abren las puertas a una nueva espiral de desazón.
El humor negro que ronda todo el tiempo actúa con efecto catártico en los personajes, y por qué no también en el espectador, mientras oxigena el espeso caldo que se cuece subterráneamente y Aznavour murmura aquellos buenos viejos tiempos, con indisimulable melancolía: “Teníamos salud, sonrisa, juventud y nada en los bolsillos. Con frío, con calor, el mismo buen humor, bailaba en nuestro ser...”

Fausto J. Alfonso

Ficha:
La bohemia. De Sergio Boris. Elenco: Lluvia de Cenizas. Con: Guillermo Troncoso, Alfredo Zenobi y Darío Martínez. Dirección: Lucas Olmedo.